martes, 20 de julio de 2010

Unicornios cojos


Por fin café cargado y pijama, por fin unicornios en la playa.

Solía ver unicornios por la ventana de mi habitación de la casa de la playa. Creo que volveré a hacerlo.

Antes los buscaba en las gotas, en las nubes y en las olas, en la arena y las baldosas. Después los buscaba dentro, en mis manos, en mis arrugas y lunares. Los buscaba entre mis sábanas, en mi almohada. Y volvía a la ventana.

Siempre por la noche y después de la taza de café cargado que tomaba para dormir, con la que tragaba las 5 valerianas que ayudaban a soñar, a encontrar unicornios. Siempre por la noche y después de ponerme el pijama. Iba a la ventana.

No siempre los encontraba, aunque siempre buscaba. Siempre por la noche, en la ventana. Eran grandes, blancos, brillantes. Me sorprendía lo difícil que resultaba encontrarlos, fuera y también dentro, pues… ¡brillaban tanto! Casi igual que la luz del microondas en la que calentaba el café cargado de antes del pijama para tomar las valerianas.

Un día tuve tanta suerte que encontré cinco. Los cinco eran iguales, con los mismos cuernos grandes y blancos, brillantes y legendarios. ¡Qué míticos los unicornios! Pero los unicornios de la ventana de mi habitación de la casa de la playa tenían algo especial, no caminaban normal. Sus patas largas y estrechas me encantaban, tan altas y finas, tan blancas y míticas. Cuando las veía me imaginaba todos los cuentos, películas y libros en los que se habían descrito tales patas, en tales cuerpos y con tales cabezas. ¿Por qué la gente sólo se fija en los cuernos de los unicornios? Las patas eran fantásticas. Y estas más. Cada unicornio blanco tenía 3, que no 4, patas blancas. Tres patas con las que corrían cojos por la playa que yo veía desde mi ventana. Todas las noches. Y yo los buscaba. Y yo los veía. Después de mi café, con mi pijama.


Creo que he de buscar unicornios cojos de nuevo.

2 comentarios:

  1. mmmm, café, pijama, ventana. Y playa.

    Me gustan esos unicornios cojos. Pero será por el estado de ánimo de cada persona, pero los unicornios cojos me parecen tristes, por cojos, claro.
    Qué bonita eres.

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